Titulares

8M: ALEJANDRA PIZARNIK, POESÍA DE UNA MUJER EN DEPRESIÓN

En el día de la mujer, repasamos la vida y obra de Alejandra Pizarnik, poetisa argentina reconocida en todo el mundo que nació en 1936 y se suicidó en 1972, luego de una corta vida llena de angustia, soledad e insuficiencia.

Fuente: ABC

Alejandra, hija de inmigrantes polacos, nació en Avellaneda el 29 de abril de 1936. Allí, vivió una infancia agobiante, en parte, por la relación con sus padres que, hasta el final de sus días, siempre fue pujante. Además, Alejandra arrastraba serios complejos físicos que la diferenciaban del resto de los niños y le causaban mucho sufrimiento a su corta edad

“¿He tenido yo una infancia? No, creo que no. No tengo ni un recuerdo bueno de mi niñez… El solo hecho de recordarla me cubre de cenizas la sangre. Sólo algunas angustias, algunos sucesos lamentables, sobre todo lamentablemente sexuales”
—Alejandra Pizarnik (1958)

Luego de la publicación de los diarios de Alejandra, fueron descubiertos varias oraciones que hacen alusión a un episodio de abuso sexual en su niñez, hecho que también explicaría su comportamiento y gran depresión que la acompaño toda su vida. Estos problemas desde joven, harían que Alejandra desarrollara timidez, sobre todo por la burla que provocaba su acento, y se refugie en la escritura, los libros y la palabra.

“y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a ocultarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo”

—Alejandra Pizarnik (1971)

A los 18 años, Alejandra decidió ingresar a la Universidad de Buenos Aires para estudiar, primero, filosofía; después, periodismo; y por último, letras. Aunque no finalizó ninguna de las tres carreras, la universidad fue un lugar que le cambió la vida principalmente por haber conocido a Juan Jacobo Bajarlía, profesor que la sumergió en el vanguardismo literario, que la introdujo a un círculo de escritores y con el que mantuvo una relación amorosa a pesar de que le doblaba la edad.

Cuando dejó sus estudios, decidió volcar todo su tiempo a la producción literaria para así poder publicar su primer libro titulado “La tierra más ajena”, con 19 años y la ayuda económica de su padre. En la escritura encontró un espacio en donde volcar todos sus sentimientos que años después desembocarían en la decisión final de quitarse la vida.

“Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos”
—Alejandra Pizarnik (1972)

Fuente: Drugstore Magazine

Luego de la publicación de sus primeros tres libros, Alejandra decidió viajar a París en busca de un lugar de inspiración y que le de una razón de ser. Allí, conoció a otros grandes escritores como Julio Cortazar, Octavio Paz y Germán Aciérnagas, con los que compartía esa gran obsesión por la literatura y el surrealismo francés. Aciérnagas fue quien le dio trabajo en la revista “Cuadernos para la libertad de cultura” que, a pesar de que lo detestaba, le permitía cubrir los costos de vivir en una de las ciudades más caras del momento.

Además de su aborrecimiento por el trabajo, Alejandra era descripta por sus amigos como “una gran inútil” que no sabía hacer trámites al banco, cocinar, comprar en un negocio o cualquier otra actividad rutinaria para cualquier adulto. A ella solo le importaba la palabra, era donde encontraba toda su soltura y demostraba su gran talento.

“Simplemente no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva…No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie…”
—Alejandra Pizarnik (1962)

En 1964, volvió a Buenos Aires, donde la depresión y la tristeza se profundizaron, principalmente, por la muerte de su padre en 1967 y las continuas malas críticas que recibía su trabajo, que de a poco se fue desenamorando de la Pizarnik del momento que ya no era la misma que a principios de la década. Por eso, de alguna manera escapando y buscando cobijo en un lugar donde se había encontrado, Alejandra retorna a París en 1969, aunque su estancia allí fue corta al ver como la ciudad había cambiado.

En su primer regreso al país, conoció a Silvina Ocampo, escritora de cuentos, hermana de Victoria Ocampo y esposa de Adolfo Bioy Casares, con la que se cree que vivió un romance una vez que se descubrieron cartas que se enviaban una a la otra. Una de ellas decía: “Silvine, mi vida (en el sentido literal) le escribí a Adolfito para que nuestra amistad no se duerma. Me atreví a rogarle que te bese (poco: 5 o 6 veces) de mi parte y creo que se dio cuenta de que te amo sin fondo. A él lo amo pero es distinto, vos sabés, ¿no?”.

Fuente: Malba

En 1970, sumergida en una profunda angustia como la mayor parte de su vida, cometió su primer intento de suicidio por intoxicación de anfetaminas. Sin embargo, es rescatada por los médicos del Hospital Pirovano, donde asistió regularmente para tratar su salud física y mental.

“Hablo de morir. Si no puedo suicidarme, si no me animo a complacerme, a entrar en donde quiero… La solución, esta vez, es clara, definitiva. No quiero vivir. No espero nada. Quiero no existir”
—Alejandra Pizarnik (1962)

Pero ni los doctores, los medicamentos o sus amigos pudieron evitar lo que ya había decidido. El 25 de septiembre de 1972, Alejandra Pizarnik se quitó la vida a los 36 años luego de haber tomado 50 pastillas de Seconal. Sin dudas, no era una noticia que pareciera descabellada, pues su obra está plagada de referencias a la muerte, la soledad, la oscuridad.

Alejandra nunca paró de escribir, de hecho, es donde pudo reflejar sus deseos y sus miedos. El día de su muerte, fue encontrado el siguiente verso escrito en el pizarrón donde corregía sus poemas:

“criatura en plegaria
rabia contra la niebla
escrito
en el crepúsculo
contra
la opacidad
no quiero ir
nada más
que hasta el fondo”

Hasta el día de hoy, a un poco más de 48 años de su muerte, su trabajo es reconocido por amantes de la poesía de todo el mundo y es considerada una de las más brillantes escritoras de la literatura argentina, donde históricamente no abundan muchas representantes mujeres. Pero su genialidad rompió con todos los esquemas e irrumpió en el mundo poético con un estilo único, un talento literario sinigual y la capacidad de desnudar sus más profundos sentimientos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *