El crecimiento del mercado de las criptomonedas lleva a una mayor fabricación de equipos electrónicos utilizados para la minería. Lo cual requiere también un mayor uso de productos plásticos, y además una gran generación de residuos no biodegradables.
Es por esto que resulta fundamental incentivar el uso de nuevas tecnologías seguras y de calidad que colaboren con el cuidado del medio ambiente, que además habiliten el uso eficiente de los recursos financieros y de la energía.
La idea que favorece el crecimiento sustentable y sostenido de las operaciones minimizando el impacto que tienen en el ecosistema es de tres argentinos Juan José Núñez, Juan Durañona Vedia y Alejandro Carrano.
La minería de criptomonedas es una de las actividades más demandantes para el sistema eléctrico del planeta, ya que a partir de su valor actual, conducen a la liberación de hasta 120 millones de toneladas de CO2 en la atmósfera por año, se trata de un procedimiento que consume mucha energía y es muy contaminante
Con esta idea cada usuario puede adquirir un token y colaborar con la preservación de un m2 de tierra de bosque o selva, de un total de un 1.000.000 de hectáreas en diez países del mundo.
Los creadores detallan que cuando alguien compra mil monedas, puede elegir mil metros de tierra, los cuales no pasan a ser de su propiedad, ya están alquiladas de modo adelantado para que la empresa que está desforestando deje de hacerlo y se pueda empezar a replantar flora autóctona.
Los terrenos elegidos tienen que ser privados, no poseer ocupación de pobladores originarios y estar en una zona desforestada por al menos 20 años. La obtención del criptoactivo producirá, a su vez, un bono de carbono (GBM bono), otra alternativa de inversión verde asociada al proyecto, que busca democratizar el acceso al mercado de bonos de carbono como medio sustentable para proteger el planeta.