La música como epifanía del mundo reúne una orquesta de esculturas sonoras, que componen un ensamble único, en la muestra de Juan Sorrentino.
Un cono plateado gira lentamente, posado con delicadeza en una balsa, sobre un espejo de agua redondo. En su desplazamiento, emite ruido blanco, que se proyecta hacia los objetos y los visitantes, visibilizando la dimensión acústica que lo rodea. En un viaje anterior, inserto en el hábitat chaqueño de donde es oriundo Juan Sorrentino, el cono realizó su escaneo espacial en un entorno natural.
Juan Sorrentino es un artista contemporáneo y músico experimental que explora los cruces entre obra sonora, instalación, performance, escultura y video. En esta exposición, en la sede de Buenos Aires de la galería Herlitzka + Faría, se nuclean varias cuestiones inherentes a su trayectoria: las preocupaciones medioambientales en Quebrachos. El residuo de la trama, donde un tronco quemado de esta codiciada madera se desplaza a través de la pared, dejando una leve marca y residuos, similares a la carbonilla.
La música es concebida como un modo de unir el cielo y la tierra, reforzar la conexión con los ancestros y conectar con un universo mágico, a través de los versos grabados una y otra vez hasta perder la definición que se trasladan en los Teleféricos, esculturas verticales con parlantes que se deslizan asincrónicamente, para transformarse en poesía experimental.
Resulta atrapante la escucha de una pieza que es parte de la serie de los Cuadros Sonoros Robados, en que un narrador desconocido explica su propia experiencia visual subjetiva ante una obra, sin revelar cuál es.
Las Mancuspias, cada una con sus características distintivas, son realizadas a partir de maderas regaladas por amigos, que conservan las huellas de su pasado y de las que el artista busca recrear aquello que la madera escuchó, según el entorno de donde provienen. Así, unas evocan el canto de los pájaros, otras, el crepitar del fuego; alguna se inspira en el movimiento de las aguas del Río de la Plata.
Resultan una curiosa mezcla entre esculturas, muebles no funcionales e instrumentos musicales con elementos de ferretería adicionados, que, con sus nombres de animales imaginarios, remiten al universo cortaziano.
La música como epifanía del mundo invita a detenerse: en un planeta hiper poblado de pantallas, donde apenas prestamos unos segundos de atención a cada nuevo estímulo, su obra se presta a una degustación lenta: a sentirla con todo el cuerpo. Al caminar entre ellas, podemos percibir como cada una nos susurra su historia al oído y que, todas las piezas juntas, conforman un exquisito ensamble.
Del 16 de Noviembre hasta febrero 2023.
Libertad 1630, Buenos Aires.