El Barco, dirigida por Mariano Tenconi Blanco, es la primer obra que el Teatro San Martín crea exclusivamente para el formato Streaming, enmarcada en el proyecto híbrido de teatro más lenguaje audiovisual.
Por esta razón y por el trabajo en conjunto con la realizadora audiovisual Agustina San Martín, la experiencia vía pantalla con la obra que el espectador atraviesa es realmente destacable.
Con esa pieza, Compañía Teatro Futuro presenta “La Saga Europea”. El Barco es el prólogo del proyecto, conformado por cuatro obras a estrenar en diversas salas del Complejo en los próximos tres años y que explorarán la compleja relación entre Argentina y Europa.
La obra predominantemente transcurre sobre un navío, pero curiosamente vemos una única vez la baranda como momento más cercano al mar. Y sin embargo el clima de vaivén de olas se transmite. Los escritorios plagados de mapas, para luego revelar que la misión de cartografiar costas esconde una cuestión racial detrás.
Entre camarotes abarrotados de muebles, bebidas en botellas voluptuosamente antiguas los personajes se vinculan acuerdo a sus intereses, que aún siendo hombres de poder y gran saber, dos naturalistas en busca del origen del ser humano, presentan actitudes infantiles e ingenuas.
En El Barco pese a su corta duración uno hace un viaje completo. Con placas que presentan los distintos actos y guiñan al cine mudo, hacemos parada por todas las emociones mientras recorremos el Océano Atlántico.
Un romance prohibido con momentos telenovelescos resulta de los momentos más cómicos con la forma infantil con la timidez de él y la personalidad desafiante y segura de ella. Las confesiones aparte a un público que no está y que la cámara reemplaza. Y las clásicas criaturas de los mitos del mar como una Sirena muy elegante y motivadora, a un encuentro con el mismísimo diablo que tienta de hacer el mal haciendo estallar el giro de la obra.
La variedad de ángulos y enfoques a través de los cuales vemos a los personajes, que van desde discursos mirando a cámara rompiendo la cuarta pared a monólogos vistos desde el marco de un espejo, conjugados con la dosis justa de humor en textos que navegan entre un dialecto alemán y un español científico, se conjugan en una recepción dinámica y disfrutable. En la que la presencia de la cámara va hilando todo con intención de ser un personaje más.
Como decíamos, el buen recurso del español con su aire señorial protocolar, combinado con los guiños a cámara picaros y situaciones disparatadas recitadas en ese tono formal, nos adentra en la relación de cuatro pasajeros de este navío alemán a los cuales comprendemos en un juego permanente entre sus motivaciones por el saber y pulsiones humanas.
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