Moderno y clásico suelen ser consideraciones antagónicas a la hora de calificar un espectáculo. Sobre todo si hablamos de una obra de teatro con firma de uno de los padres de la dramaturgia, William Shakespeare, donde los cuidados y el conservadurismo suelen primar sobre cualquier riesgo a “desvirtuar” la esencia del original.
Sin embargo el director Gabriel Chamé Buendia, se anima a correr todo riesgo y salir más que victorioso con su producto final: Othelo (termina mal). Una de las obras más recomendadas en el boca en boca popular y que con amplias limitaciones y protocolos mediante, continúa agotando toda función que se propone.
La clave del éxito está en el balance justo entre humor y tragedia. Chamé no se priva de romper la cuarta pared y jugar con la complicidad con el público, incluir lo que parecerían guiños a la crítica del teatro moderno en formato de confesiones, haciendo que los propios actores critiquen la escenografía y alabando a “Guillermo” y sus grandes textos mientras juegan con un retrato de pie del mismo.
Lo cotidiano como ahora es un barbijo, y una radiografía en el medio de un beso, son ases bajo la manga que los personajes juegan entre parlamentos cargados de celos y especulación, logrando un público sorprendido y compenetrado de forma ininterrumpida.
Cuatro actores con una plasticidad escénica y versatilidad descomunal, rotan entre los personajes principales: Otelo, Desdémona, Yago, Emilia, Casio, El Duque y tantos otros, que con su aparición mínima, aportan frescura a la trama en repetidas veces. Como cuando se valen de recursos de cotillón para ser apropiados de tal forma que nada parece imposible cuando el ingenio es la regla general. Podríamos decir que el absurdo tiene la mayor lógica de todas en esta obra.
Una pareja felizmente enamorada, Otelo y Desdémona es llevada a la locura por la sed de poder de un consejero: Yago. Que hará todo lo posible para sembrar la idea de engaño y celos en Otelo, valiéndose de su gran astucia y poder de persuasión y así escalar en su puesto.
Es así como la escenografía minimalista y funcional es cargada al hombro por los actores que construyen cada momento de forma integral dándole un valor práctico a cada elemento que solo puede traducirse en humor bien pensado: una tela metálica agitada es el mar, un par de flota flotas, las armas para librar Chipre, y porqué no la sangre no es roja sino serpentina de colores. Todo elemento está pensado hasta el más mínimo detalle y combinados con el elenco que maneja una complicidad y entendimiento como las técnicas de clown que comparten lo evidencian, construyen un espectáculo ordenadamente caótico donde todo lo que pasa en el escenario dice: incluso si es un entreacto.
Una cámara y pantalla proyectan al ambicioso Yago en sus momentos de confesión, momentos que van adelantando el peor final. El cambio de tono en el cuadro final, donde la tragedia shakesperiana alcanza su punto cúlmine, lejos de sentirse aislado del resto de la obra que es un carnaval carioca de intervenciones. adquiere la seriedad acorde al acto que Otelo cegado por los celos es llevado a hacer.
De esta forma Othelo (termina mal) se pasea por uno de los textos más respetados de Shakespeare, con un despliegue escénico y entrega actoral brillante, demostrando que para contar una buena historia y llegar a una audiencia el arte debe ser intervenido, incluso si eso implica llenar de confeti a William Shakespeare y perrearle con cumbia de fondo. Celebremos propuestas cómo éstas, alejadas de la pretenciosidad y celebrando la funcionalidad del teatro: hacer catarsis.
Othelo (termina mal) puede ser disfrutada en la Sala Caras y Caretas 2037 todos los viernes a las 20:00hs. Entradas adquiribles en: https://publico.alternativateatral.com/entradas27007-othelo
